Hoy ha muerto Plasticwoman. En
los periódicos han puesto una fotografía de hace unos días, su piel cuelga como
la de cualquier anciana, pero con toda esa silicona resulta más grotesco, más
artificial. Dicen que ha muerto al caer por las escaleras de su casa y tiene
gracia porque antiguamente, era capaz de rebotar contra el suelo tras saltar de
un tercer piso.
Ella era una mujer normal, pero
se volvió adicta a las operaciones de cirugía estética. En total se practicó
783 operaciones. Jamás se desveló la cantidad de silicona que introdujo en su
cuerpo, pero lo que sí sé, es que todo ese plástico la trastornó. Toda esa
química debió afectar a su organismo e hizo que adquiriese habilidades
sobrehumanas.
Las operaciones la arruinaron,
pero ella quería seguir haciéndose más y más cambios. Esto la llevó a la
delincuencia. De la noche a la mañana la que habría sido una mujer enferma, se
convirtió en una súper-villana. Comenzó con asaltos pequeños, a transeúntes,
taxistas, pequeñas tiendas... Luego empezó con los bancos, las joyerías... Para
Plasticwoman no existía el miedo. Hacía frenar las balas en su cuerpo de
plástico y, si intentaban golpearla con un ataque cuerpo a cuerpo, la silicona
les hacía rebotar con fuerza hacia atrás.
La policía no podía hacer nada
contra ella, así que me tocó hacerlo a mí. En incontables ocasiones me enfrenté
a ella. Y siempre tenía que hacer uso de mi súper-fuerza para sostenerla hasta
que la esposaban. Me gustaba sostenerla, olía bien y estaba blandita. Podría
decir que es la mujer que más veces he abrazado.
En una ocasión de debilidad, creí
estar enamorado de ella. Incluso traté de hablar con ella y hacerla cambiar su
actitud. Pero estaba completamente loca. Sólo pensaba en su próximo asalto para
operarse de nuevo. Aquella vez la dejé escapar y eso hizo que, durante un
tiempo, la policía intentase atraparme. Fue mi etapa oscura pero por suerte,
duró poco. Enseguida volví a sentar la cabeza y salí de nuevo con la intención
de capturarla.
Tardé tres días en encontrarla,
se había ocultado en una fábrica de silicona para prótesis. Aquella batalla fue
memorable, nos lanzábamos el uno al otro, dándonos sacudidas aquí y allá y
derribando tanques enormes de silicona. El suelo estaba tan resbaladizo que
tuvimos que proseguir la lucha en el tejado, todo ello sin darnos cuenta de que
en el interior de la fábrica había comenzado un incendio.
Para cuando nos percatamos, la
estructura ya estaba muy dañada y el tejado a nuestros pies se vino abajo. Yo
podía volar y no tenía problemas, pero ella cayó al vacío. Y abajo sólo las llamas
la esperaban. Por un instante dudé, pensé en dejarla caer y acabar así con ella
y con la posibilidad de volver a sufrir otro enamoramiento. Pero el héroe que
había en mí enseguida reaccionó echando a volar para salvarla. Ella me abrazó
tan fuerte mientras volaba para ponerla a salvo que, por un momento, volví a
sentir que la quería. Pero fiel a mi posición, la entregué a la policía una vez
más.
Sin darme cuenta, una lágrima cae
sobre su foto en el periódico. Va a llover, lo noto por el dolor en los huesos.
Mejor que me vaya a dormir pronto.
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