Cuando recibí mis súper-poderes
nadie me dijo que llegaría un día en que éstos se acabarían marchitando. De
haberlo sabido quizá... bueno... ¡no me habría esforzado tanto, joder! Sí, la
gente a la que ayudaba era agradecida, pero ¿y qué? ¿Una palmadita en la
espalda por recibir tres impactos de bala? ¿Unos elogios en la portada de un
periódico por soportar 28 puñaladas? Eso no cubre una mierda de los gastos
diarios. Y claro, con el afán de cambiar el mundo, las ganas de hacer un bien a
la sociedad... ¡Joder! La puta responsabilidad a lo Peter Parker...
Todo esto te hace combinar la
vida de superhéroe con la de un currito normal y, claro, lo de trabajar en un
periódico es cosa de los cómics. Yo he tenido que trabajar de peón,
dependiente, barrendero, camarero y mil cosas más que ahora no recuerdo. ¿Qué
pensabas, que ibas a poder salir a salvar el mundo en tus horas de trabajo? Y
una mierda. Cada vez que he hecho eso, he perdido un empleo. Y así me ha ido,
que ahora tengo un currículum con veinte páginas a dos caras.
Y de dormir mejor ni hablar...
Entre el trabajo y las salidas heroicas, apenas me quedaba tiempo ni para
cagar. Traté de buscar pareja, pero es totalmente imposible mantener una
identidad secreta al lado de una mujer. Es como si lo olieran en tu ropa o lo
leyeran en tus ojos. Así que si acabas de recibir súper-poderes, mejor que te
hagas una suscripción a un canal "X".
Pero todos esos inconvenientes no
eran más que chorradas cuando echaba a volar. No sentía paz en ningún sitio
como estando en el aire. Era subir unos metros y el dolor de la ciudad encogía,
mis sentidos se relajaban y una especie de burbuja de armonía me envolvía al
instante. Es lo que más echo de menos. Ahora, sin mis poderes, me siento
encastrado al suelo. Es como si hubiera perdido la noción de dónde acaba mi
cuerpo y empieza el asqueroso suelo. Lo odio. Es como si me hubiera vuelto
claustrofóbico, me hubieran metido en un ataúd y estuviera enterrado a diez
metros bajo el suelo.
A esa sensación maldita hay que
añadirle el dolor. Supuestamente por aquello de que la energía ni se crea ni se
destruye, al perder los poderes comencé a sentir de golpe todo el dolor que me
habían causado a lo largo de mis años de batallas. Las pastillas ayudan, tomo 18
pastillas durante el día, más de una pastilla a la hora. Una vez supliqué por
una vía de morfina, pero estos indeseables no me hacen ni puto caso. Los muy
cabrones me toman por un viejo senil. Creen que invento todas mis putas
historias de superhéroe porque algo está fallando en mi cerebro. Ya me gustaría
enseñarles lo que falla en mi cerebro de una súper-patada en sus asquerosos
culos... Si al menos pudiera levantar mi pierna lo suficiente como para
dársela...
Después de más de 50 años
luchando por el bien y la justicia, ahora tengo que pasar los días entre
dolores y miradas de lástima. Suerte que aún conservo la memoria, doy gracias
por no estar como Berta, la pobre huele sus pedos y grita a quien esté a su
lado porque ni siquiera recuerda haber sido ella la que se los tiró. Gracias a
mi memoria paso mejor los días, recordando mis hazañas, recordando que un día,
fui un superhéroe.