Leer antes de usar.

A todos aquellos que entran por primera vez debo decirles que, aunque la mayoría de las "aventuras" de Jubilated Man se pueden leer por separado debido a que son historias cortas, es recomendable comenzar desde el "día 1" e ir siguiendo el orden, pues es posible que en alguna historia se haga mención a hechos o personajes que podrían haber aparecido en "días" anteriores. También quiero aprovechar para advertir, que el lenguaje usado por nuestro personaje, podría no ser apto para sensibles y/o menores de edad. Sin más, les dejo con Jubilated Man. Disfruten cada domingo de una nueva página del diario.

domingo, 12 de abril de 2015

Día tres.

Ésta tarde ha venido Thomas, el hijo de Julius. El cabrón parece una sanguijuela y, su pelo engominado y los dos litros de Old Spice que se rocía por encima, no son más que partes de un disfraz que tiene bien ensayado. Con su sonrisa de buitre carroñero se pavonea por el asilo como si con ello pudiera salvar vidas. Siento náuseas con sólo recordarlo.

En un rincón, Julius le espera ansioso por ver a sus nietos, pero una vez más el malnacido no los trae consigo. Según el muy idiota, el ambiente es muy triste para unos niños. ¿Se te ha ocurrido pensar que es muy triste porque nadie viene a alegrarnos el puto día, señorito Old Spice?

Durante un rato, Julius deja de lado el puzzle que estaba haciendo y charla distraídamente con su hijo. Pero entonces, cuando parece que Julius empieza a recordar tiempos mejores, suena una alarma en el reloj de Thomas. "Ya han pasado los veinte minutos, me tengo que ir". Como os lo cuento. Como si fuera la hora de visitas de una prisión, el desgraciado se programa una alarma para no pasar demasiado tiempo con el hombre que le dio la vida, el tipo que le dio todo cuanto pudo para que hoy, el estúpido pueda rociarse con su Old Spice.

Cuando pasa por mi lado estoy a punto de ponerle la zancadilla y hacer que se descoyunte los cuernos contra el marco de la puerta. Pero miro a Julius, que conoce bien mis malhumorados prontos vengativos, y me hace un gesto con la mirada. Te dejo escapar hoy, Thomas, pero tus fechorías serán castigadas pronto, algún día...

Así, Thomas se marcha dejando su perfumada nube en el aire sin ni siquiera mirar atrás. Miro sus andares chulescos y deseo que tropiece con algo, que caiga, o que pise una mierda del tamaño de Arizona y se hunda en ella me da igual, pero que sufra. Desgraciadamente, cuanto más egoísta seas en la vida más parece que ésta te proteja. Es como si un halo anti-desgracias envolviera a todos y cada uno de los malnacidos del mundo. Pensadlo bien, en su huida un ladrón mata a un policía, logra darse a la fuga y se larga a otro país a vivir de su botín; pero amigo... si en lugar de eso el policía se defiende y el ladrón muere aunque sea por accidente en la refriega, el policía se verá sin trabajo y repudiado, y eso si tiene suerte de no acabar en la cárcel. Está claro que ser héroe sale caro, si no mírame a mí.

Al otro lado, Julius, me dice que me acerque. Lo hago y al llegar a él me enseña a escondidas una petaca que acto seguido, me entrega por debajo de la mesa. Es lo único que me gusta de las visitas de Thomas, el whiskey que siempre le trae de contrabando a su padre. No, no penséis mal del cabrito Thomas. En el fondo no tiene corazoncito como se podría creer viendo sus actos de "caridad". Julius tiene una cirrosis grave y el consumo de alcohol podría llevarlo a la muerte, Thomas lo sabe perfectamente y por suerte, Julius también. Así que en cada visita, Thomas le hace entrega a su padre del veneno con el que espera matarlo, en cuanto se marcha, Julius me lo regala a mí haciendo que el veneno se convierta en el agua de los dioses.

Julius me cae bien, me gusta la gente que se aferra a la vida para joder la de cualquier desgraciado que no merece la suya.


Esta noche beberé a la salud de Thomas, para que siga trayendo petacas a su padre.

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