Ésta tarde ha venido Thomas, el
hijo de Julius. El cabrón parece una sanguijuela y, su pelo engominado y los
dos litros de Old Spice que se rocía por encima, no son más que partes de un
disfraz que tiene bien ensayado. Con su sonrisa de buitre carroñero se pavonea
por el asilo como si con ello pudiera salvar vidas. Siento náuseas con sólo
recordarlo.
En un rincón, Julius le espera
ansioso por ver a sus nietos, pero una vez más el malnacido no los trae
consigo. Según el muy idiota, el ambiente es muy triste para unos niños. ¿Se te
ha ocurrido pensar que es muy triste porque nadie viene a alegrarnos el puto
día, señorito Old Spice?
Durante un rato, Julius deja de
lado el puzzle que estaba haciendo y charla distraídamente con su hijo. Pero
entonces, cuando parece que Julius empieza a recordar tiempos mejores, suena
una alarma en el reloj de Thomas. "Ya han pasado los veinte minutos, me
tengo que ir". Como os lo cuento. Como si fuera la hora de visitas de una
prisión, el desgraciado se programa una alarma para no pasar demasiado tiempo
con el hombre que le dio la vida, el tipo que le dio todo cuanto pudo para que
hoy, el estúpido pueda rociarse con su Old Spice.
Cuando pasa por mi lado estoy a
punto de ponerle la zancadilla y hacer que se descoyunte los cuernos contra el
marco de la puerta. Pero miro a Julius, que conoce bien mis malhumorados
prontos vengativos, y me hace un gesto con la mirada. Te dejo escapar hoy,
Thomas, pero tus fechorías serán castigadas pronto, algún día...
Así, Thomas se marcha dejando su
perfumada nube en el aire sin ni siquiera mirar atrás. Miro sus andares
chulescos y deseo que tropiece con algo, que caiga, o que pise una mierda del
tamaño de Arizona y se hunda en ella me da igual, pero que sufra.
Desgraciadamente, cuanto más egoísta seas en la vida más parece que ésta te
proteja. Es como si un halo anti-desgracias envolviera a todos y cada uno de
los malnacidos del mundo. Pensadlo bien, en su huida un ladrón mata a un
policía, logra darse a la fuga y se larga a otro país a vivir de su botín; pero
amigo... si en lugar de eso el policía se defiende y el ladrón muere aunque sea
por accidente en la refriega, el policía se verá sin trabajo y repudiado, y eso
si tiene suerte de no acabar en la cárcel. Está claro que ser héroe sale caro,
si no mírame a mí.
Al otro lado, Julius, me dice que
me acerque. Lo hago y al llegar a él me enseña a escondidas una petaca que acto
seguido, me entrega por debajo de la mesa. Es lo único que me gusta de las
visitas de Thomas, el whiskey que siempre le trae de contrabando a su padre.
No, no penséis mal del cabrito Thomas. En el fondo no tiene corazoncito como se
podría creer viendo sus actos de "caridad". Julius tiene una cirrosis
grave y el consumo de alcohol podría llevarlo a la muerte, Thomas lo sabe
perfectamente y por suerte, Julius también. Así que en cada visita, Thomas le
hace entrega a su padre del veneno con el que espera matarlo, en cuanto se
marcha, Julius me lo regala a mí haciendo que el veneno se convierta en el agua
de los dioses.
Julius me cae bien, me gusta la
gente que se aferra a la vida para joder la de cualquier desgraciado que no
merece la suya.
Esta noche beberé a la salud de
Thomas, para que siga trayendo petacas a su padre.
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