La liga de los jubilados ha sido
portada en algunos de los periódicos locales de hoy. En la foto aparece Julius
con sus enormes guantes machacacráneos golpeando a un enorme tipo armado con
una escopeta. Enfocando la vista, puede verse la sonrisa de satisfacción de
Julius mientras golpea a su víctima.
Era una tarde tranquila y
habíamos aprovechado para probar los inventos que acababan de llegarnos de la
empresa de Ray, junto con nuestros flamantes trajes nuevos. Roberto se hizo con
los controles de vuelo de su andador propulsado al instante, como si lo hubiera
manejado toda la vida. Por su parte, Julius casi tira abajo una columna
probando sus nuevos guantes robotizados.
Mientras todos jugábamos un poco
con nuestras nuevas "armas", Ray trataba de sintonizar la emisora de
la policía con la radio que había mandado instalar, en su ya equipada silla de
ruedas. Cuando lo logró comenzamos a oír los avisos. Una banda de atracadores
estaba robando un banco muy cercano a la residencia. Estaban fuertemente
armados y los primeros policías en llegar esperaban agazapados la llegada de
las fuerzas de élite.
Como si nos hubiéramos dedicado a
ello toda la vida, una sola mirada bastó
para ponernos de acuerdo en que esa iba a ser nuestra primera misión. Nos
enfundamos nuestros trajes y echamos a volar por la ventana con ayuda de nuestros
aparatos.
Nada más llegar al banco,
aterrizamos en la azotea con cuidado de no ser vistos. María usó el láser
instalado en sus gafas para quemar la cerradura de la puerta y permitirnos así
el paso al interior. Una vez dentro, nos situamos junto a un ventanal desde el
que podíamos ver el interior del banco y a los ladrones amenazar a los rehenes.
Ray transformó su silla en un
planeador con una plataforma en la que Leonor podría montarse para ir golpeando
con su barra a los atracadores. Roberto preparó los lanzagranadas de su andador
con bombas de humo, y el resto nos equipamos nuestros visores térmicos.
Una vez preparados, María hackeó
el sistema de seguridad y apagó las luces y yo hice estallar el cristal del
ventanal con las vibraciones de los aparatos instalados en mis manos. A la
lluvia de cristales le siguió una granada de humo que desconcertó a los
ladrones y mientras, nosotros aprovechamos el desconcierto y la oscuridad para
lanzarnos al ataque.
El resto fueron puñetazos, golpes
de bastón y alguna bala perdida que acabó incrustada en el techo. Solventamos
el asunto dejando inconscientes y atados a los ladrones y nos marchamos por
donde vinimos, sin testigos. Sin víctimas. Lo único que María no desconectó
fueron las cámaras de seguridad, que grabaron con visión nocturna toda la
acción.
Hoy hemos enviado una carta en
nombre de la Liga de los Jubilados informando de nuestra intervención. Mañana
todo serán alabanzas hacia la liga, vítores y publicidad infinita. A partir de
mañana, cada uno de nosotros será bautizado por los periodistas con un nuevo
nombre acorde a sus poderes. Es algo que ya he visto antes en incontables
ocasiones y, por Dios, ¡cuánto lo he echado de menos!
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