Leer antes de usar.

A todos aquellos que entran por primera vez debo decirles que, aunque la mayoría de las "aventuras" de Jubilated Man se pueden leer por separado debido a que son historias cortas, es recomendable comenzar desde el "día 1" e ir siguiendo el orden, pues es posible que en alguna historia se haga mención a hechos o personajes que podrían haber aparecido en "días" anteriores. También quiero aprovechar para advertir, que el lenguaje usado por nuestro personaje, podría no ser apto para sensibles y/o menores de edad. Sin más, les dejo con Jubilated Man. Disfruten cada domingo de una nueva página del diario.

domingo, 7 de junio de 2015

Día once.

La liga de los jubilados ha sido portada en algunos de los periódicos locales de hoy. En la foto aparece Julius con sus enormes guantes machacacráneos golpeando a un enorme tipo armado con una escopeta. Enfocando la vista, puede verse la sonrisa de satisfacción de Julius mientras golpea a su víctima.

Era una tarde tranquila y habíamos aprovechado para probar los inventos que acababan de llegarnos de la empresa de Ray, junto con nuestros flamantes trajes nuevos. Roberto se hizo con los controles de vuelo de su andador propulsado al instante, como si lo hubiera manejado toda la vida. Por su parte, Julius casi tira abajo una columna probando sus nuevos guantes robotizados.

Mientras todos jugábamos un poco con nuestras nuevas "armas", Ray trataba de sintonizar la emisora de la policía con la radio que había mandado instalar, en su ya equipada silla de ruedas. Cuando lo logró comenzamos a oír los avisos. Una banda de atracadores estaba robando un banco muy cercano a la residencia. Estaban fuertemente armados y los primeros policías en llegar esperaban agazapados la llegada de las fuerzas de élite.

Como si nos hubiéramos dedicado a ello toda  la vida, una sola mirada bastó para ponernos de acuerdo en que esa iba a ser nuestra primera misión. Nos enfundamos nuestros trajes y echamos a volar por la ventana con ayuda de nuestros aparatos.

Nada más llegar al banco, aterrizamos en la azotea con cuidado de no ser vistos. María usó el láser instalado en sus gafas para quemar la cerradura de la puerta y permitirnos así el paso al interior. Una vez dentro, nos situamos junto a un ventanal desde el que podíamos ver el interior del banco y a los ladrones amenazar a los rehenes.

Ray transformó su silla en un planeador con una plataforma en la que Leonor podría montarse para ir golpeando con su barra a los atracadores. Roberto preparó los lanzagranadas de su andador con bombas de humo, y el resto nos equipamos nuestros visores térmicos.

Una vez preparados, María hackeó el sistema de seguridad y apagó las luces y yo hice estallar el cristal del ventanal con las vibraciones de los aparatos instalados en mis manos. A la lluvia de cristales le siguió una granada de humo que desconcertó a los ladrones y mientras, nosotros aprovechamos el desconcierto y la oscuridad para lanzarnos al ataque.

El resto fueron puñetazos, golpes de bastón y alguna bala perdida que acabó incrustada en el techo. Solventamos el asunto dejando inconscientes y atados a los ladrones y nos marchamos por donde vinimos, sin testigos. Sin víctimas. Lo único que María no desconectó fueron las cámaras de seguridad, que grabaron con visión nocturna toda la acción.


Hoy hemos enviado una carta en nombre de la Liga de los Jubilados informando de nuestra intervención. Mañana todo serán alabanzas hacia la liga, vítores y publicidad infinita. A partir de mañana, cada uno de nosotros será bautizado por los periodistas con un nuevo nombre acorde a sus poderes. Es algo que ya he visto antes en incontables ocasiones y, por Dios, ¡cuánto lo he echado de menos!

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