¿Recordáis aquella canción del
marcapasos? Pues yo estoy convencido de que su autor se basó en la olvidada
Corazón Biónico.
Se llamaba Martha y desde muy
jovencita, arrastraba una rara enfermedad del corazón. Tras varios sustos, un
científico llamó un día a su puerta y ofreció una nueva posibilidad
experimental a unos padres desesperados. Le realizarían una operación para instalarle
un aparato único en el mundo, un corazón biónico. Éste funcionaría junto con el
de Martha y, guiado por el auténtico, serviría de apoyo en los momentos en que
los latidos se volvieran más débiles.
Aquellos ojerosos padres, aceptaron enseguida.
Tras la operación, Martha se
convirtió en una deportista. Amaba hacer todo aquello que su enfermedad le
había privado durante tantos años. Atletismo, lucha, musculación... Realizaba
todo tipo de deporte y todo, a límites insospechados. La ventaja de tener un doble
corazón la hacía sobresalir del resto. En tan sólo unos meses, se convirtió en
deportista de élite.
Entonces durante un duro
entrenamiento su corazón, el de verdad, dijo basta. Se paró y jamás volvió a
latir. Pero donde cualquiera hubiese muerto, el segundo corazón de Martha la
mantuvo viva. Y no sólo eso, ya no tenía un músculo imperfecto con
posibilidades de fallar. El aparato que un día le instalaron no tenía límites,
podía bombear a velocidades infinitamente superiores, haciendo que el cuerpo de
Martha se sobrealimentara y pudiera funcionar muy por encima del de cualquier
otro ser humano. Con esa habilidad y debido a la obsesión de Martha por el
entrenamiento, sólo fue cuestión de tiempo.
Su cuerpo superaba en velocidad a
un tren, sus piernas saltaban por encima de los edificios, con sus brazos
doblegaba el acero como si fuera plastilina. Martha se convirtió así en Corazón
Biónico. Como muchos otros ya hicieron antes, decidió meterse en un traje y
lanzarse a las calles a luchar por la justicia. Su nueva carrera profesional
duró una semana.
Pasó demasiado pronto de ayudar
ancianas a bajar a su gato del árbol, a detener atracos a mano armada. Las
primeras dos veces lo hizo mejor de lo que lo había hecho nadie antes. Sin
heridos, sin daño a la propiedad. Sin ni siquiera dar tiempo a que una bala
saliera de las armas de los mangantes. Tal vez eso fue lo que hizo que durase
tanto tiempo en el negocio al fin y al cabo.
A la tercera va la vencida para
todos, menos para Corazón Biónico. Para ella, el exceso de confianza extraído
de los maravillosos titulares y de las pajas mentales de los comentaristas de
televisión, la llevó a un charco de sangre. Y de la forma más tonta posible.
Ella tenía de nuevo la situación
controlada, los chorizos asustados y desarmados, los rehenes comenzando a
levantar la cabeza del rincón donde se habían agazapado. Entonces, Pedrito el
segurata novato, quiso echar una mano. Sacó su pistola con nervios de gato
apaleado sin darse cuenta de que no tenía el seguro puesto. Trató de apuntarla
hacia los malos, pero en su camino la mira del arma pasó sobre la figura de
Corazón Biónico. Un bang que dejó los oídos de todos pitando, y un charco de
sangre saliendo de la cabeza de la pobre Martha. Era muy fuerte, sí. Pero no
antibalas. Al día siguiente, Pedrito empezó a trabajar vendiendo helados.
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