Leer antes de usar.

A todos aquellos que entran por primera vez debo decirles que, aunque la mayoría de las "aventuras" de Jubilated Man se pueden leer por separado debido a que son historias cortas, es recomendable comenzar desde el "día 1" e ir siguiendo el orden, pues es posible que en alguna historia se haga mención a hechos o personajes que podrían haber aparecido en "días" anteriores. También quiero aprovechar para advertir, que el lenguaje usado por nuestro personaje, podría no ser apto para sensibles y/o menores de edad. Sin más, les dejo con Jubilated Man. Disfruten cada domingo de una nueva página del diario.

domingo, 10 de mayo de 2015

Día siete.

¿Recordáis aquella canción del marcapasos? Pues yo estoy convencido de que su autor se basó en la olvidada Corazón Biónico.

Se llamaba Martha y desde muy jovencita, arrastraba una rara enfermedad del corazón. Tras varios sustos, un científico llamó un día a su puerta y ofreció una nueva posibilidad experimental a unos padres desesperados. Le realizarían una operación para instalarle un aparato único en el mundo, un corazón biónico. Éste funcionaría junto con el de Martha y, guiado por el auténtico, serviría de apoyo en los momentos en que los latidos se volvieran más débiles.  Aquellos ojerosos padres, aceptaron enseguida.

Tras la operación, Martha se convirtió en una deportista. Amaba hacer todo aquello que su enfermedad le había privado durante tantos años. Atletismo, lucha, musculación... Realizaba todo tipo de deporte y todo, a límites insospechados. La ventaja de tener un doble corazón la hacía sobresalir del resto. En tan sólo unos meses, se convirtió en deportista de élite.

Entonces durante un duro entrenamiento su corazón, el de verdad, dijo basta. Se paró y jamás volvió a latir. Pero donde cualquiera hubiese muerto, el segundo corazón de Martha la mantuvo viva. Y no sólo eso, ya no tenía un músculo imperfecto con posibilidades de fallar. El aparato que un día le instalaron no tenía límites, podía bombear a velocidades infinitamente superiores, haciendo que el cuerpo de Martha se sobrealimentara y pudiera funcionar muy por encima del de cualquier otro ser humano. Con esa habilidad y debido a la obsesión de Martha por el entrenamiento, sólo fue cuestión de tiempo.

Su cuerpo superaba en velocidad a un tren, sus piernas saltaban por encima de los edificios, con sus brazos doblegaba el acero como si fuera plastilina. Martha se convirtió así en Corazón Biónico. Como muchos otros ya hicieron antes, decidió meterse en un traje y lanzarse a las calles a luchar por la justicia. Su nueva carrera profesional duró una semana.

Pasó demasiado pronto de ayudar ancianas a bajar a su gato del árbol, a detener atracos a mano armada. Las primeras dos veces lo hizo mejor de lo que lo había hecho nadie antes. Sin heridos, sin daño a la propiedad. Sin ni siquiera dar tiempo a que una bala saliera de las armas de los mangantes. Tal vez eso fue lo que hizo que durase tanto tiempo en el negocio al fin y al cabo.

A la tercera va la vencida para todos, menos para Corazón Biónico. Para ella, el exceso de confianza extraído de los maravillosos titulares y de las pajas mentales de los comentaristas de televisión, la llevó a un charco de sangre. Y de la forma más tonta posible.


Ella tenía de nuevo la situación controlada, los chorizos asustados y desarmados, los rehenes comenzando a levantar la cabeza del rincón donde se habían agazapado. Entonces, Pedrito el segurata novato, quiso echar una mano. Sacó su pistola con nervios de gato apaleado sin darse cuenta de que no tenía el seguro puesto. Trató de apuntarla hacia los malos, pero en su camino la mira del arma pasó sobre la figura de Corazón Biónico. Un bang que dejó los oídos de todos pitando, y un charco de sangre saliendo de la cabeza de la pobre Martha. Era muy fuerte, sí. Pero no antibalas. Al día siguiente, Pedrito empezó a trabajar vendiendo helados.

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